miércoles, 29 de agosto de 2018

TV lineal vs. OTT

Desde hace casi una década identificamos que la televisión lineal, ya sea en los formatos de abierta o cable, vía fibra óptica o satélite, tenía un futuro menos atractivo de cara a demanda popular y comercial. Primero era la contraposición de la TV abierta con los servicios de las empresas de telecable, en donde la segunda ganó el pleito porque sencillamente su plataforma operativa garantizaba mayor cobertura. No importaba la gran cantidad de transmisores y repetidores que colocaran los canales de TV locales, era más sencillo y económico para una empresa de cable instalar equipos que les permitieran mayor cobertura a nivel nacional (sin importar que tan montañoso y remoto sea la zona de alcance).



Con la realidad de que más personas podían ver sus respectivos contenidos, los canales locales terminaron por aceptar y convivir con las cableoperadoras o prestadoras de servicio, las que por concesiones legales y módicos arrendamientos de frecuencias, garantizaban que los contenidos de estos canales llegaran a sus suscriptores sujeto a los estándares de calidad requeridos (excepto por la prole de cableras clandestinas o piratas que pululan en localidades marginadas y regionales, entre otras áreas).

Competencias de la TV lineal

Pero este negocio o actividad de la TV vio a mediados de la década de los 90s, cómo tenía que competir con la competencia desleal de las parábolas aficionados y profesionales, las que cualquier persona instalaba sin control o regulación, para recibir así señales de canales internacionales. Este fenómeno siguió al efímero entusiasmo colectivo de modificar selectores o controles manuales de los televisores (el destinado a los canales UHF), que tenía la finalidad de recibir - aunque con mala receptividad - las señales de canales de premium norteamericanos, ayudados por antenas especiales creadas para tales fines.

Motivados por estas opciones alternas e irregulares de ver contenidos atractivos de corte internacional, varios canales locales tradicionales, tanto en las frecuencias VHF o UHF, se vieron precisados a remozar constantemente sus parrillas de programación, recurriendo a la producción de contenidos de corte muy popular que segmentaria de inmediato a un característico blanco de público. Otros canales, apostaron a invertir tiempo y recursos en un contenido enlatado más pretencioso y que igualmente atraparía a una teleaudiencia siempre ávida de este tipo de espacios: telenovelas, películas y series más populares.

La competencia en el ambiente televisivo se dió tan interesante a finales de la década de los 90s e inicios del 2000, que además del tema de cobertura en las señales, las discusiones eran en torno a las competencias desleales entre televisoras, en lo referente a contenido. Mientras algunos canales y varios productores asociados de programas locales, se quejaban de que cada vez recibían menos respaldo de anunciantes, otros canales de contenido mayormente enlatado, se aprovechaba de un ascendente respaldo publicitario que prefería las sintonías de telenovelas y películas.

El primer grupo mercadeaba la acción como algo que perjudicaba al talento nacional involucrado en sus producciones, mientras el segundo grupo entendía que brindaba lo que la mayoría de la teleaudiencia actual y anunciantes querían.

El tema tomaba un matiz más criticable cuando algunos de los canales recurrían a la ilegalidad para adquirir y transmitir películas aún no liberadas para su distribución en las ventanas de TV abierta. Incluso, en varias ocasiones se transmitían películas cuyas ventanas aún estaban vigentes o no habían llegado al cine (mucha gente se benefició de ver en TV películas que aún no llegaban al cine).

Con el tiempo, demandas judiciales e intervenciones estatales, hicieron que la “piratería” de contenido audiovisual disminuyera considerablemente, haciendo todo “más justo” en lo referente a competencia de contenido entre los canales de TV. Ya para ese tiempo, los servicios de TV satelital como Dish Network y Direct TV, entre otras, ya representaba otra realidad con la que tenían que competir los canales tradicionales de TV.

Esta nueva opción de recibir señales audiovisuales, permitía ver en un mismo equipo más de 100 canales temáticos internacionales de gran demanda (música, variedades, películas, deportes, noticias, etc.), además del atractivo servicio de Pay-Per-View, sistema de pago por evento que hacían aún más atractivo este dispositivo de recepción de señales.

A la TV local no le quedó otra opción que convivir con esta nueva competencia tan atractiva, la que en muchos casos también se constituía en una competencia desleal. Varios proveedores de estas pequeñas parábolas domésticas las configuraban mediante tarjetas de memoria que permitían recibir señales exclusivas para su consumo en EE.UU. Era muy fácil burlar al sistema matriz de estas empresas satelitales, ya que sólo se precisaba registrar las compras de las tarjetas de memoria satelital, con direcciones de Estados Unidos.

TV lineal y auge OTT

Eventualmente, a mediados de la década del 2000, el auge de la digitalización hizo posible la llegada del OTT (Over The Top), sistema que permite recibir audio, video y otros contenidos a través de internet, sin la implicación de los operadores tradicionales en el control o la distribución del contenido. Esta variedad de servicios de telecomunicaciones - almacenados en una nube digital que suprime los tradicionales sistemas de archivo - incluye la retransmisión en vivo de radio y TV y video a la carta, además de llamadas de voz sobre IP y mensajería instantánea.

La diversidad de opciones que tiene la OTT, desde su concepción misma, revolucionó el modelo de entretenimiento audiovisual, haciendo que la tradicional televisión haga un replanteamiento de su negocio. Es así, ante esta revolución digital globalizada, como los canales de TV se vieron obligados a crear y habilitar sus propios contenidos originales para su distribución digital. De esta manera surge el esquema del servicio TV Everywhere, en el que la mayoría de los canales populares habilitaron en sus plataformas un sistema que permite a sus televidentes ver contenido propio o con derechos a distribuir, en cualquier dispositivo fijo o móvil, y en cualquier momento que desee.

Al margen de su realidad atípica, Los canales de TV lineales, además de las constantes modificaciones técnicas y físicas en sus infraestructuras, tienen nuevamente que variar su estrategia de negocio. Para estar acorde con los nuevos tiempos y co-existir en su medio competitivo, deben insistir en producir contenido original, ya que este es el único elemento diferenciador ante la diversidad globalizada existente. Ningún servicio streaming u OTT puede ofrecer ese contenido original, a menos que se cedan los derechos de distribución.

Tener contenido propio es la única garantía que tiene un canal para mantener cierta cantidad de televidentes cuando éstos prefieran ver sus programas preferidos vía OTT. Los canales de televisión que se resistan a este modelo de negocio, están condicionados a brindar su contenido a una limitada teleaudiencia que aún no ha migrado a lo que indica la tendencia. En ese misma proporción se reduce la presencia comercial, entre otros requerimientos indispensables para su existencia.

TV lineal vs. streaming

La más reciente contrincante que tiene la TV lineal tradicional, son las exclusivas plataformas streaming, las que bajo un esquema OTT han revolucionado el concepto hasta niveles nunca previstos. Toda esta revolución viene de la mano del streaming Netflix, empresa que desde su lanzamiento en 2007 ha provocado radicales cambios en el mundo del entretenimiento audiovisual.

En un momento la prestadoras de servicios telefónicos Claro trató de bloquear su presencia a través de las líneas de telefonía-data que comercializa, en procura de beneficiar su propia librería de Claro Video, pero la ascendente cartera de suscriptores de Netflix (mayor a 135 millones de suscriptores y una proyección en Wall Street de 200 millones para el año 2020), hizo que esa intención no perdurara por mucho tiempo. La apuesta innovadora de Netflix de distribuir online un amplio y atractivo catálogo de producciones, a cambio de una suscripción anual menor a US$12.00, provocó que varias empresas más les siguieran los pasos (Hulu, Amazon Video, Apple, Crackle, HBO GO y más).

Una muestra de que esta es una realidad aún más que revolucionaria en el mundo del entretenimiento, es que Netflix se ha convertido en el principal productor de contenido original, con 1,000 producciones originales pautadas hasta finales del 2018 (el 85% de sus gastos son para producir contenido original), con una inversión de producción de 8,000 mil millones de dólares. Esta billonario movimiento a provocado que hasta la industria del cine cambie su perspectiva, ya que Netflix está produciendo tantas películas y series como ellos.

Amazon y HBO siguen los pasos de Netflix haciendo millonarias inversiones en derechos de autor, con la intención de enriquecer aún más sus catálogos con atractivas producciones que igualmente habrán de marcar tendencias. En planes similares está Disney Network, con la reciente compra que hizo de los activos de entretenimiento de 21st Century Fox (Fox y afiliados), así como Time Warner, entre otros. Cada uno de ellos están desarrollando plataformas exclusivas streaming que difundirán sus respectivos contenidos exclusivos (actualmente en pleno proceso de producción).

Todo este panorama es más que una señal para la TV lineal, tal como la conocemos o tenemos concebida, la que necesita con urgencia implementar cambios estructurales que implique drásticas acciones en su plan de negocios y margen de operaciones. Todo ha cambiado a nivel de producción, distribución y venta. Quienes se resistan y se aferren a lo que es ya nostalgia, viviran un costoso engaño propiciado por ellos mismos. FM

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